Bolulla. Estret de les penyes.

Publicado el 7 de abril de 2025, 18:59

Cerca de unas famosas piscinas naturales, entre campos de nísperos y carreteras de pueblo de montaña, asoma un estrecho en las paredes montañosas de Callosa d’Ensarrià. Un enclave otrora idílico y escondido, ahora dependiendo del turismo, enjambre de turistas y polémica entre privados y públicos, no deja de ser un reclamo para barranquistas en época de lluvias.

La actividad se plantea con combinación de coches. Subimos al aparcamiento de siempre, rotonda de campo en parcela de algún samaritano con olivo central para tres, cuatro o cinco coches. Aquí se pertrechan los clientes mientras dejamos uno de los vehículos en el descampado habilitado en la salida “artificial” del barranco.

Caminamos unos 15 minutos de manera relajada hasta llegar al cauce. Destrepada expuesta y quebradiza y hasta complicada por el resto de cañas apiñadas. Los cantos rodados calientes, blancos y secos siempre me obligan a responder a la pregunta del agua… pregunta que se responde sola doscientos metros después.

Y aquí es dónde comienza la diversión: Saltos, saltos y más saltos, toboganes, agua fresca y algún que otro rápel nos insertan en el cañón, con preciosas estampas de roca y agua, erosión y tiempo y, mientras nos divertimos, progresamos hasta llegar a la joya de la corona.

Montamos en las dos reuniones porque estamos solos para disfrutar de este último montaje. Nos aseguramos, pasamos la cuerda, medimos a ojo ( son muchas veces este rápel y clavamos los metros para enrasar), montamos el ocho desembragable y revisamos la seguridad. Ya sólo falta preparar el aseguramiento por arriba.

Sin incidentes, muchas fotos y risas, acabamos la actividad. Sólo queda la foto final y el retorno.

Antes, la gente invadía la parcela privada o se peleaba como Rambo en las riberas de los ríos vietnamitas con las cañas para así progresar por el cauce.

Ahora, se supone que por tanto paso, asoma una puerta maciza que impide la entrada a la playa continental de la cascada de 17 metros, caída de agua preciosa aunque con consecuencias terribles en el pasado como atestiguan tres placas de metal instaladas en la pared. Están frías como el recuerdo de lo que tristemente acaeció en este bello paraje. Cuando las veo, no dejan de recordarme que no debemos subestimar nunca el poder de las aguas.

Aprovecho para reflexionar y recordar en silencio.

Continuamos por el cauce hasta la tubería, sólo basta seguirla hasta la cuesta pronunciada con el cerramiento de mallazo. Un esfuerzo más, pero sin pasarse porque ya se tiene el corazón a mil y se llega al coche.

Cambio de ropa, volver a por el otro coche y a casa.

 

Otro día de barranco acuático. Un placer por la compañía, porque ha ido todo bien y por la diversión y por todo lo que siempre me llevo de las montañas.

Y hay mucho en la montaña.

Otra actividad de barranquismo acuático con clientes.

Otra actividad divertida, esta vez con Tramuntana Aventura.

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